viernes, marzo 09, 2012

Exelente

Alguien me dijo que no es casual...que desde siempre las elegimos. Que las encontramos en el

camino de la vida, nos reconocemos y sabemos que en algún lugar de la historia de los

 mundos fuimos del mismo clan. Pasan las décadas y al volver a recorrer los ríos esos cauces,

 tengo muy presentes las cualidades que las trajeron a mi tierra personal.


Valientes, reidoras y con labia. Capaces de pasar horas enteras escuchando, muriéndose de

 risa, consolando. Arquitectas de sueños, hacedoras de planes, ingenieras de la cocina,

 cantautoras de canciones de cuna.



Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de "un fuego", nacen fuerzas, crecen

 magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen,

 desunen, entierran, dan vida, refunfuñan, se conduelen.


Ese fuego puede ser la mesa de un bar, las idas para afuera en vacaciones, el patio de un

colegio, el lugar donde jugábamos en la infancia, el salón de una casa, el corredor de una

 facultad, una cerveza en el parque, la señal de alarma de que alguna nos necesita o ese

 tesoro incalculable que son las quedadas a dormir en la casa de las otras.


Las de adolescentes después de un baile, o para preparar un examen, o para cerrar una

noche de cine. Las de "vente el sábado" porque no hay nada mejor que hacer en el mundo

 que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta cansarse. Las de adultas, a veces para

 asilar en nuestras almas a una con desesperanza en los ojos, y entonces nos desdoblamos en

 abrazos, en mimos, en palabras, para recordarle que siempre hay un mañana. A veces para

 compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas.


El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez no imaginada...y

 sin embargo...detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.



Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Parimos hijos. Enterramos muertos. Amamos. Fuimos y

 somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que

 toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos

 cuidar.


Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no.

Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de seguir. Bailamos

 con un hombre, pero la danza más lograda la hicimos para nuestros hijos al enseñarles a

 caminar.


Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de sombras.

Noches de miles de estrellas y noches desangeladas. Hicimos el amor, y cuando correspondió,

 también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente,

 herimos.


Entonces...los cuerpos dieron cuenta de esas lides, pero todas mantuvimos intacta la mirada.

La que nos define, la que nos hace saber que ahí estamos, que seguimos estando y nunca

dejamos de estar.



Porque juntas construimos nuestros propios cimientos.


Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más risueñas y por

 suerte, de alguna manera, más salvajes.

Y en aquel tiempo también lo éramos, sólo que no lo sabíamos.



Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor "del fuego" que deciden avivar

 con su presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio, tormenta, centellas y armonía. Como

 siempre. Como nunca. Como toda la vida.


Hoy se lo dedico a Marcela, una Luchadora de vida!

No hay comentarios.: